En la década de los setenta, la crisis del petróleo trajo consigo el nacimiento del trabajo a distancia en Estados Unidos. La aparición de las nuevas tecnologías y su continua mejora y abaratamiento hacía vislumbrar un futuro con carreteras menos congestionadas, un incremento del ahorro de energía, ciudades con menos polución y mayores posibilidades de conciliación entre la vida laboral, personal y familiar. Con el paso del tiempo, el teletrabajo se instaló en el ámbito de las organizaciones administrativas, obligadas a dar respuesta a la ciudadanía en situaciones extremas, como el terremoto de Loma Prieta de San Francisco en 1989 o los atentados terroristas de Oklahoma City en 1995 y de Atlanta durante los Juegos Olímpicos de 1996.
La crisis sanitaria ocasionada por la Covid-19 ha puesto a las administraciones en una situación sin precedentes, obligándolas a evolucionar a marchas forzadas en lo referente a la generalización del teletrabajo. A su vez, el contexto ha evolucionado de manera determinante. La aparición de Internet, de herramientas en la nube o de dispositivos portátiles abre la puerta a nuevas incógnitas respecto al aislamiento, al ciberacoso, la pérdida de intimidad, la evaluación del desempeño, la protección de datos o al derecho a la desconexión digital.